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Cuando la Energía Erótica se Convierte en Arte

  • Foto del escritor: Edu C
    Edu C
  • hace 4 días
  • 2 Min. de lectura

two men dancing

No todos los clientes que cruzan la puerta vienen a atender traumas no resueltos. Algunos llegan con otra cosa—algo igual de poderoso y hermoso: una profunda familiaridad con su cuerpo, su respiración y su corriente erótica. No vienen buscando ser reparados, sino ser encontrados.


Estos son los clientes que se mueven con conciencia, que conocen su placer, que vienen a explorar—no desde la carencia, sino desde el deseo.


En sesiones así, sucede algo exquisito.

Entramos en una corriente compartida de energía erótica, donde mi papel no es tanto guiar como sintonizar. Me convierto en un espejo, en un pulso, en un co-creador de olas ascendentes.


Escucho—no solo con los oídos, sino con las manos, la respiración, la piel. Escucho el latido de tu corazón, las microtensiones en tus músculos, el ritmo de tu respiración, el tono de tu piel. Me afino, y luego juego.


Juntos creamos un ritmo, un tempo. Cambio entre relajación y excitación, suavidad e intensidad, enraizamiento y elevación. Construyo calor lentamente, luego me retiro. Estiro el tiempo. Juego con los bordes. Provoco. Dejo que el placer florezca y se mantenga, se mantenga, se mantenga—hasta que se convierte en una especie de trascendencia.


Hay un momento en algunas sesiones donde el bucle de retroalimentación se vuelve innegable.

Yo me excito porque  te excitas.

 te excitas porque yo lo estoy.

Es el yin y el yang, la inhalación y la exhalación, el que da y el que recibe desapareciendo en un solo pulso.


La energía se eleva—no por accidente, sino por atención.

Por presencia.

Por cabalgar juntos el filo, permitiendo que el circuito se retroalimente y se eleve.

Una corriente compartida. Un ascenso mutuo.


A veces se siente como si estuviéramos creando una tormenta en la quietud.

Otras veces es un fuego suave que nunca llega a llama—pero brilla, se expande y consume todo excepto la sensación.


Esto no se trata de dominación o sumisión.

No es una actuación.

Es una danza—entre dos cuerpos afinados, dos sistemas nerviosos abiertos, dos almas curiosas.


Esto también es intimidad sagrada.


No porque estemos sanando una herida—

Sino porque estamos celebrando la integridad.

Porque es raro ser encontrado tan precisamente en tu verdad erótica.

Y porque ambos salimos transformados—elevados, iluminados, profundizados.


Cuando el placer se convierte en presencia, y la presencia en comunión, el tacto erótico se vuelve algo sagrado.


Si esto te habla—si estás listo para explorar el borde donde la sensación encuentra el alma, donde la energía se encuentra con el juego, y donde tu ser erótico es plenamente bienvenido—sería un honor encontrarte ahí.


 
 
 

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