Historias desde la camillia 2: Por Qué Me Eligió
- Edu C
- 16 nov 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 20 abr

Una historia de sanación, de recuperación erótica y de profunda confianza.
Llegó a mí en silencio, con el peso de algo sagrado y frágil en su cuerpo.
Meses antes, había sido violado violentamente—un acto que no solo lo dejó herido físicamente, sino también fracturado emocionalmente.
Después de varias cirugías y mucha soledad, su cuerpo había sanado. Pero su espíritu aún no había alcanzado ese punto.
Me contó su historia con suavidad.
Yo lo escuché—no solo con los oídos, sino con la respiración, con mi energía, con el silencio.
No intenté arreglarlo. Solo le hice saber:
Estás a salvo. Eres bienvenido. Estás completo.
Me dijo que quería volver a sentir placer.
Reclamar lo que le había sido arrebatado.
Así que, con cuidado y ternura, lo guié. Creamos juntos un espacio: de confianza, de lentitud, de excitación y de juego.
Lo distraje del miedo con calor humano.
Utilicé la respiración y la energía erótica no como un fin, sino como una vía hacia la presencia y la encarnación.
En un momento, coloqué un condón a su lado.
“Cuando estés listo,” le dije.
Sin presión. Sin plazo. Solo presencia.
Con el tiempo, él lo tomó.
Y en ese gesto, recuperó algo que era suyo.
Nos movimos juntos con suavidad—sagrados, conectados, vivos.
Permitió que su cuerpo recibiera lo que antes temía.
Se abrió a la sensación, al gozo, a la liberación.
Y bajo mi cuerpo, llegó al clímax—libre, hermoso, pleno.
Después, nos quedamos en silencio.
Lo abracé como a un hermano, como a un amante, como alguien que comprende el peso de sobrevivir… y la ligereza de volver al placer.
Cuando se estaba yendo, le pregunté:
“¿Por qué me elegiste a mí?”
Me miró con dulzura y dijo:
“Tienes una cara amable.”
⸻
Este trabajo es sagrado
Muchos hombres llevan heridas invisibles.
Heridas alrededor del sexo, la seguridad, la confianza y el cuerpo.
Heridas que no se curan con el silencio—ni siquiera con palabras—sino con el tacto, la presencia y la conexión.
Yo no “curo” a nadie.
Solo sostengo el espacio para que la sanación ocurra.
Con cuidado. Con lentitud. Con reverencia.
Si llevas dolor en tu cuerpo o miedo a la intimidad, quiero que sepas:
Tu historia es bienvenida aquí.
Y la sanación es posible.
Un respiro.
Un toque.
Un momento a la vez.
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