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Cuando lo Social se Vuelve Sagrado

  • Foto del escritor: Edu C
    Edu C
  • hace 3 días
  • 2 Min. de lectura

hombres tantra

Ha sido un verano intenso, y reconozco que hace tiempo que no publico nada. La vida y el trabajo han estado llenos, y en medio de todo he estado observando cómo la conexión humana sigue enseñándome cada día.


Hace poco, en una clase de tantra, hubo un momento que se me quedó grabado.

Estábamos sentados en círculo un grupo de desconocidos intentando parecer relajados, curiosos, abiertos. Había risas, pequeñas conversaciones, miradas tímidas o expectantes. El aire tenía esa carga sutil que surge cuando la gente se reúne para explorar la intimidad sin saber aún qué significa realmente.


Y entonces algo cambió.

Alguien exhaló una respiración completa, sin defensa y otra persona sostuvo su mirada sin apartarla. De pronto, el ambiente se transformó. La charla desapareció. Lo que era social se volvió sagrado. No fue algo espectacular, sino silencioso pero innegable: como cuando una vela encendida cambia la luz de toda la habitación.


A menudo pensamos que lo sagrado es algo separado de lo cotidiano, reservado para rituales, templos o ceremonias. Pero ese momento me recordó que lo sagrado no está lejos; vive justo debajo de lo social debajo de la cortesía, la actuación y la necesidad de agradar.

Cuando la conciencia, la respiración y el consentimiento se alinean, incluso una simple mirada puede abrir una puerta hacia la presencia.


En mi práctica, este es el umbral que más me inspira: donde lo social se encuentra con lo sagrado. Ese espacio donde el contacto deja de ser transacción y se convierte en escucha. Donde el deseo deja de esforzarse y empieza a sentir. Donde el cuerpo recuerda que no es un objeto a usar, sino un paisaje que merece ser recorrido con reverencia.


Como acompañante y practicante, mi tarea es sostener esa puerta. Mantener un pie en el mundo del lenguaje y los límites, y otro en el del misterio y la energía. No se trata de cruzar hacia algo prohibido o salvaje, sino de recordar que lo divino ya está aquí, esperando en cada respiración compartida con otro ser humano.


Lo sagrado no aparece cuando dejamos atrás lo social. Surge cuando llevamos la conciencia a través de ello cuando la mirada se vuelve oración, y el tacto se convierte en una forma de decir: te veo.


Así que, después de este largo verano, dejo esta invitación: la próxima vez que saludes a alguien o roces su mano, detente un instante. Nota lo que vive debajo del gesto. Tal vez sientas que el momento empieza a respirar.

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