top of page

Cuando Eros regresa tras una larga ausencia

  • Foto del escritor: Edu C
    Edu C
  • 29 jun
  • 3 Min. de lectura

Cuando Eros regresa tras una larga ausencia


Una reflexión sobre la intimidad sagrada, la presencia emocional y el deshielo lento


En mi trabajo como trabajadora corporal sagrada, conozco hombres en diversos estados emocionales: algunos ansiosos, otros nerviosos, otros desorientados por la intensidad de ser tocados de verdad. Pero las sesiones que más me conmueven no son necesariamente las más salvajes ni las más sensuales. Son aquellas en las que algo olvidado hace tiempo comienza a despertar. Donde un hombre que ha pasado años sin verdadera intimidad finalmente se permite sentir de nuevo.


A veces se necesita la mitad de la sesión, solo para llegar.


Eros no se trata solo de sexo. Es una energía, una corriente, un pulso que dice: "Estoy vivo. Quiero. Siento. Estoy aquí".


Pero para muchos hombres, ese pulso ha quedado enterrado.


A algunos les enseñaron que la vulnerabilidad era debilidad.


A otros los tocaron demasiado pronto, o no los tocaron en absoluto.


Algunos fueron avergonzados, rechazados o simplemente nunca se les enseñó a vivir en su propia piel.


Otros vagaban por la vida sin contacto físico significativo, no porque no lo quisieran, sino porque ya no lo reconocían.


Para cuando llegan a mi puerta, algunos no han sido abrazados en años.


Mis clientes a veces me preguntan: ¿Cómo puedes tener intimidad física con alguien a quien no elegirías románticamente?


Mi respuesta es esta:


Conecto con su luz. Siento su energía erótica. La encuentro, la convenzo, la invito.


Si se excitan, me excito. Si me excito, se excitan. Bailamos.


Encuentro algo que me encanta —tal vez la calidez en sus manos, la profundidad en sus ojos o la forma en que se les corta la respiración— y me concentro en eso.


Pero esta es la verdad:


Las sesiones que encuentro más difíciles son aquellas en las que el cliente no está emocionalmente presente.


Puede que estén desnudos, excitados, incluso hablando, pero no los siento en la habitación. Es como si bailara solo.


Por muy hábil que sea mi tacto, no puedo llevar la corriente emocional yo solo.


La intimidad sagrada requiere dos presencias. Dos sistemas nerviosos. Dos verdades.


Hace poco, trabajé con un hombre de 67 años que no había sido tocado de forma significativa durante décadas. Casi no tenía lenguaje para su yo erótico. Su cuerpo era cauteloso, casi tímido. Tardó más de treinta minutos en relajarse lo suficiente como para recibir, no solo tacto, sino presencia.


Cuando lo hizo, algo se abrió.


Su respiración se hizo más profunda. Su mirada se suavizó.


Dejó escapar un sonido que era mitad suspiro, mitad sollozo, mitad risa.


Y la habitación cambió.


Ese es el momento por el que vivo.


No la cima. No el clímax.


Sino el sí que finalmente surge después de años de no.


Esto es lo que he aprendido: muchos hombres no se resisten a la conexión erótica porque no la deseen, sino porque no la reconocen. O porque les asusta. O porque nadie se quedó lo suficiente para ayudarlos a sentirse seguros.


Por eso utilizo una combinación de:


Seducción: no como manipulación, sino como invitación. Una llamada a despertar.


Vulnerabilidad: no como compartir demasiado, sino como ejemplo. Una forma de decir: "Está bien estar aquí".


Sintonía: observar su respiración, sus ojos, su vacilación y responder con amabilidad.


No "actúo" la intimidad. La invito. Y a veces lleva tiempo.


Cuando un hombre duda, cuando está desconectado o paralizado, me digo algo en silencio:


Que mi presencia despierte lo que ha estado dormido.


Que recuerde que es digno de amor, incluso aquí.


Que pueda encontrarlo solo donde está, y ni un paso más allá.


Que el eros surja entre nosotros, no para consumir, sino para restaurar.


Este trabajo no se trata de regalarle una fantasía a alguien.


Se trata de devolverle la vida a alguien.


Aunque sea solo por un instante.


Si has estado sin contacto, sin intimidad, sin seguridad emocional,


recuerda que no estás roto.


No hay nada malo en necesitar tiempo.


No hay nada de vergonzoso en descongelarse lentamente.


Hay personas, como yo, que te encontrarán exactamente donde estás.


No se requiere actuación.


Solo presencia.


Solo aliento.


Solo la voluntad de volver a sentir.

singing bowl

 
 
 

Comentarios


Masaje Gay

en Barcelona

+34 623276290

Eixample, 08009 Barcelona

  • Twitter
  • Twitter
  • Twitter
  • E-Mail
  • Instagram
bottom of page