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El Momento Más Íntimo de un Masaje No Es lo Que Piensas

  • Foto del escritor: Edu C
    Edu C
  • 22 jun
  • 2 Min. de lectura

two men holding hands

Después de quince años ofreciendo masajes eróticos, he presenciado una amplia gama de expresiones: sensuales, sorprendentes, tímidas, audaces, reverentes, juguetonas, desordenadas. He compartido respiración, calor corporal, miradas, y momentos que se sentían como portales a lo sagrado.


Pero una de las cosas más íntimas que ocurren en mis sesiones no es lo que la mayoría espera.

Es cuando nos tomamos de la mano.


No siempre. Y no por mucho tiempo. A veces surge en la fluidez de una transición—cuando una mano queda libre y la otra descansa. Sin decir nada, puedo posar suavemente mi mano sobre la suya. A veces, no pasa nada.

A veces, es eléctrico.


Hay una corriente distinta en tomarse de la mano. No se trata de técnica. No se trata de desempeño. Se trata de disponibilidad.


Para muchos hombres, este gesto sencillo arrastra décadas de tensión. Taboos culturales. Homofobia internalizada. Generaciones de miedo a ser vistos como suaves, vulnerables, abiertos. Y sin embargo—cuando esa mano responde, cuando se curva suavemente hacia la mía o simplemente se deja recibir sin encogerse—algo antiguo se restablece. Un anhelo que llevaba tiempo escondido bajo la piel es finalmente tocado. No sólo por sexo o caricia, sino por conexión.

Por reconocimiento.

Por seguridad.


Ese breve instante de tomarse de la mano puede decirlo todo:


Quiero ser visto.

Quiero confiar en esto.

No sé cómo pedirlo, pero estoy diciendo que sí.


Después de unos segundos, siempre suelto. No me aferro. Pero la huella queda—para ambos. Esa conexión, una vez sentida, nunca desaparece del todo. Puede recordarse, reclamarse, pedirse de nuevo.

Eso es el coraje. Eso es la intimidad.


No siempre se trata de actos audaces. A veces, la puerta hacia la sanación se abre con el gesto más pequeño.


Incluso con una mano tomada.


Si eres un hombre leyendo esto y sientes que algo se mueve—curiosidad, resistencia, nostalgia—te invito a notarlo. A seguir esa pista. A preguntarte:


¿Cuándo fue la última vez que dejé que alguien me tomara de la mano, simplemente porque necesitaba ser sostenido?


Nunca es tarde para volver a tu cuerpo.

A tu corazón.

A la conexión.


Aunque todo empiece con algo tan simple como una mano.

 
 
 

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Masaje Gay

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